La almendra jiennense, víctima silenciosa de una guerra comercial
En un giro inesperado de la diplomacia económica internacional, la guerra arancelaria entre Estados Unidos y la Unión Europea ha llegado hasta los campos de Jaén. Y lo ha hecho con fuerza. El reciente pacto alcanzado en Escocia entre la presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, y Donald Trump ha dejado a los agricultores de almendra en clara desventaja frente a su principal competidor: la todopoderosa almendra californiana.
El acuerdo elimina prácticamente cualquier barrera para la entrada de este producto estadounidense al mercado europeo, y la puerta de esa entrada, según los productores, es España. “Se nos ha sacrificado”, lamentan desde la Coordinadora de Organizaciones Agrarias (COAG). Y no es una metáfora: las consecuencias son reales y directas en el bolsillo de los agricultores jiennenses.
¿Hasta cuándo vamos a permitir que se priorice lo barato sobre lo nuestro? ¿Cómo afectará esta desventaja a los cultivos que se han asentado en la provincia como alternativa al olivar?
Una decisión política que dinamita la rentabilidad del sector
Francisco Elvira Arroyo, agricultor jiennense con casi 13 hectáreas de almendros en producción, lo resume sin rodeos: “Si entra almendra americana sin aranceles, nosotros no podemos competir”. España, recuerda, se disputa con Australia el segundo puesto mundial en producción, aunque aún falta eficiencia. Por superficie, lideramos; por rentabilidad, perdemos.
La almendra española tiene calidad. Es reconocida por su sabor, por su cultivo en condiciones sostenibles, y por su valor añadido. Sin embargo, la eliminación de los aranceles a la almendra californiana dinamita ese diferencial de valor. “Nosotros no vamos a exportar a EE. UU., pero ellos sí nos invaden a nosotros”, lamenta.
Pero el golpe no se queda solo en el producto base. Afecta a toda una industria que depende de la almendra como materia prima: turrones, dulces, cosmética, higiene… todos verán encarecido su coste de producción local o verán cómo los productos con ingredientes importados ganan terreno. ¿Tendrá el consumidor la capacidad de notar la diferencia o simplemente se dejará llevar por el precio?
Un mercado desequilibrado y un campo cada vez más asfixiado
Desde COAG Jaén, su presidente Juan Luis Ávila no esconde su indignación. “Se ha vuelto a utilizar al agricultor español como moneda de cambio”. El campo andaluz —con gran presencia de explotaciones de almendro en zonas como la Hoya de Guadix Baja— ya sufría una rentabilidad ajustada, pero con la entrada masiva de almendra americana, la situación se agrava.
Las partidoras españolas, denuncia Ávila, mezclan la almendra californiana con la nacional para abaratar precios, algo que el agricultor no puede controlar. “Lo que debería ser una ventaja —como nuestra calidad— se convierte en un lastre frente a lo que entra sin control”, asegura.
A esta presión comercial se suman las “fuertes restricciones medioambientales” que sufren los productores europeos, limitados en el uso del agua y fitosanitarios. Esto encarece el cultivo y reduce la competitividad, aunque mejora el sabor y el valor ambiental de la almendra española. Sin embargo, la UE parece haber ignorado ese valor añadido en su negociación con Estados Unidos.
¿De qué sirve cultivar con criterios ecológicos si después se privilegia lo barato frente a lo sostenible? ¿Cuánto tiempo puede resistir un agricultor jiennense produciendo por debajo del precio que marca el mercado?
Exigen prioridad para lo europeo… y para lo justo
La COAG lo ha dejado claro: lo que se necesita es prioridad para el producto europeo. Y no solo en las palabras, sino en los hechos. Reclaman medidas compensatorias, revisión del pacto alcanzado y, sobre todo, una mirada firme de Bruselas hacia los sectores que, una vez más, han pagado el precio de los acuerdos entre gigantes.
La almendra española —y la jiennense en particular— no solo es competitiva, es mejor. Pero sin protección, pierde. Porque competir en un mercado global exige reglas claras, equilibrio, y voluntad política.
¿Podrá el campo andaluz aguantar este nuevo golpe sin medidas urgentes? ¿Hasta cuándo se seguirá firmando lejos de los pueblos acuerdos que hipotecan su futuro?
